“… borrachos, locos, entran por todas partes, roban, matan, incendian, asesinan, violan. Luego, el fuego: caía el agua a cantaros, ellos seguían blasfemando, cantando, emborrachándose, y a todo esto, el pueblo ardiendo. Mira algunos detalles que pintan a lo vivo el suceso.
Me aseguran que un portugués quiso partir a un niño en dos pedazos: pero otro le hizo observar lo blanco y hermoso de la criatura, y esto le salvó. Unos ingleses se entretenían en disparar tiros por los agujeros de las cerraduras…
Patxi, el cirujano, me ha contado que no hace aún tres horas ha visto - ¡¡ esto es horrendo ¡!- en la calle San Jerónimo un cadáver de una mujer, ensangrentada, atada a una barrica de sidra, desnuda, con una bayoneta clavada. Los soldados ingleses la miraban borrachos. A Críspulo, el alpargatero, le pidieron onzas, muchas onzas. Luego se arrojaron sobre su mujer y sus hijas y les arrancaron pendientes, aderezos, todo, violentándolas después tras una lucha a bocados, puñetazos y gritos.
Una mujer y sus hijas, según me ha referido un fugitivo, huyeron al tejado. Como caía agua, entraron en la buhardilla; los soldados con teas recorrían los rincones y volvieron espantados al tejado. Toda la noche se oían gritos de “¡¡ máteme usted!!” y ronquidos agonizantes.
Gentes desnudas corrían por las calles. A un chocolatero le pusieron fuego en pies y manos. No se libró una anciana y su nieto. Muchos creo que se refugiaron en el cuartel. Unos aseguran haber visto a una anciana abierta en canal, desde el cuello hasta la matriz.
De San Sebastián no queda más que una calle en ruinas. El incendio se apaga. Los soldados, borrachos ya muchos de ellos, se caen por las calles mezclados con los cadáveres.”
Se encontró en un viejo arcón en Filipinas.
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